Con el paso de los años, parece que perdemos la capacidad de maravillarnos. ¿Es por soberbia, creemos que lo sabemos todo? ¿Es por comodidad? ¿Qué pasaría si nos corremos de esa posición y ponemos todo entre signos de pregunta?
Sócrates, con su apología, entendía que ser conscientes de la propia ignorancia constituye un requisito fundamental para el ser humano. Entonces, la mejor posibilidad de acción que tenemos es la duda, que nos sumerge en la voluntad de explorar nuevos misterios. O mejor: mientras más conscientes seamos de que ignoramos gran cantidad de cosas, más lejos podemos correr la frontera del saber.
Busquemos nuevas preguntas, desconfiemos, dudemos. Porque como dicen, donde hay duda, hay libertad.
